Por Alejandro Duchini, para LA GACETA.
Resulta llamativo, al menos, que se haya publicado un gran libro sobre Carlos Gardel casi en paralelo con la muerte de Diego Maradona. Cuando se publicó Gardel (Planeta), de Felipe Pigna, Diego acaba de cumplir 60 años y se mostraba con achaques en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata, el club al que dirigía desde hacía casi un año y que le permitió -ahora lo sabemos- despedirse en las canchas argentinas. Son dos mitos populares que no paran de cantar cada día mejor, en el caso de uno, ni de jugar cada día mejor, en el del otro.
“Es una casualidad absoluta pero hay paralelismos entre Carlitos y Diego. Uno es el origen humilde de ambos, del que nunca renegaron. Al contrario, se sintieron orgullosos de eso, siempre. El otro es el de la fama mundial: son de los argentinos más famosos. Y también está lo del entierro, tan masivo. La gente más humilde lloraba como si se tratase de un ser querido, cercano. Son elementos claramente comunes entre los dos”, le dice Pigna a LA GACETA Literaria.
Pero entre ellos también hay diferencias. Uno murió a los 44 y en su mejor momento. El otro, a los 60 y en decadencia. Uno vivió en blanco y negro y otro no solo en colores sino con su vida privada expuesta en las redes sociales. Gardel jamás dejó de sonreír y Diego vivió sus últimos años amargado, enojado. Pigna dirá que “Gardel fue el primer rockstar argentino”.
Y remarcará: “Sin dudas. No poder andar por la calle, disfrazarse para salir de un hotel por tanta fama, recibir 16.000 cartas de sus fans en promedio mensual son cosas comunes en un rockstar. En todo el mundo, cuando iba a cantar, siempre quedaba gente afuera. Y al terminar la función, abría la ventana del teatro y cantaba gratis cuatro o cinco canciones para la gente. Eso se repetía en toda América Latina”.
- Además Gardel llegó a Europa en tiempos en que eso no era común para artistas de esta parte del mundo.
- E impuso estilo. Porque había un estilo gardeliano. Pero fijate algo: a sus giras llevaba al profesor de inglés. Le pedían que aprenda inglés. En eso andaba cuando falleció. Pero el conocimiento del idioma lo hubiese lanzado a todo el mercado estadounidense y no sólo al latino.
- ¿Por qué un libro sobre Gardel?
- Para darme un gusto personal. Soy tanguero desde que tengo uso de razón. Cuando era chico, en mi casa de Mercedes (Provincia de Buenos Aires) cantaba sus canciones. Mi abuelo Felipe lo había conocido. Entonces se hablaba mucho de Gardel en mi familia. Hace dos años pude darme el gusto de empezar a escribir sobre él, así que viajé por Europa y por América y hablé con colegas, recorrí museos y archivos. Estuve en Barcelona, un lugar muy importante para él. París, donde también le fue muy bien. Y en Toulouse, su ciudad natal, que tiene una hermosa placa que lo recuerda. También ahí está la casa materna, en la que vivió hasta sus dos años y medio. Vi sus películas de nuevo y escuché sus canciones y luego me puse a escribir el libro. Gardel es un personaje absolutamente literario.
- ¿Qué imagen te queda de ese Gardel que investigaste?
- La de una persona que disfrutó la vida en plenitud. Inquieto, perfeccionista, atento a la última novedad: el mejor sistema de grabación, el mejor micrófono, el mejor parlante. Cuando aparece el cine en 1930 es el primero que quiere lo mejor. Elegía muy bien su repertorio. Tenía una personalidad muy innovadora. Estaba siempre adelante. Era muy afectuoso y extremadamente generoso. De ayudar sin que la gente se entere. Muy amigo de sus amigos y muy duro con los que le fallaban: era difícil que volviera atrás después de un enojo.
- Jamás se la creyó, ¿no?
- Su chofer, Antonio Sumaje, contaba que lo acompañaba tanto a barrios obreros de acá como en los de Toulouse o Barcelona. Nunca se le subió la fama a la cabeza. De hecho, y está en la prensa de la época, en Puerto Rico, Venezuela o Colombia cuando los organizadores le pedían más funciones él aceptaba con la condición de que rebajen el precio de las entradas. Cosas así hay a montones.
- ¿Se hizo en la famosa universidad de la calle?
- Si. Se codeaba con gente de diferentes sectores sociales. Nunca dejó de laburar para ayudar a su madre. De chico iba a la calle Corrientes y frecuentaba a escritores y actores a los que llevaba las camisas que su mamá planchaba y les cantaba y quedaban maravillados. Empezó a cantar folclore. Los tangos vendrían después. También frecuentaba el Abasto, que no era sólo el mercado sino un mundo de gente de distintos orígenes. Había payadas, encuentros musicales. Italianos, gallegos, judíos. Era una zona muy teatral. Ese mundo también lo influye. Incluso hizo changas en el mercado. Así, se relaciona con dos mundos muy distintos. A los 12 o 13 años lo invitaban a cantar a bares por monedas. El francesito, el melena, el morocho, el zorzal, el zorzalito, eran sus apodos. Una infancia movida. Con mucha calle. La universidad de la calle, sí.
- ¿Qué aprendiste de Gardel?
- Un montón. Porque además hay muy buenos libros sobre él. Era una persona súper interesante, que se fue construyendo a sí mismo a pesar de la adversidad. Tuvo muchos fracasos en sus inicios y siempre se rearmaba. Era alguien que armaba muy bien su repertorio. Atento a su público y a la vez ofreciendo cosas nuevas. Grabó más de 850 temas, aunque dependiendo de los catálogos podemos sumar más. Aprendí sobre una personalidad interesante, perseverante. Y sobre todo buena persona. Un tipo que vivió mucho para los demás.
- ¿Cuánto hay de mito en Gardel?
- Gardel es más que el mito. Sería una injusticia decir que su grandeza se debe a que murió joven, como sugieren algunos. Al morir, estaba en lo mejor de su carrera: 44 años, bien físicamente, perfecto a nivel vocal, su fama consolidada y en el momento más fuerte de su carrera y a punto de dos cosas importantes: filmar dos películas y grabar discos en inglés. Tenía mucho para dar. Imaginate lo que hubiese sido Gardel abriéndose en el mercado inglés.
- ¿Cómo estaba económicamente al morir?
- No terminó mal porque le entraba guita permanentemente. Era una máquina de hacer plata. Pero en algún momento tuvo que hipotecar su casa por deudas de juego. Gran parte del dinero lo gastó en las carreras y en ayudar sin límites. Tenía un buen pasar, pero no era un tipo que tuviera permanentemente dinero. Cuando apareció, Armando Delfino le ordenó sus cuentas, porque Carlos no tenía idea de cuánto dinero tenía. No le preocupaba tanto ese tema.
- Después de escuchar tantas canciones suyas, ¿qué opinás de su voz, de su armonía?
- Musicalmente tenía una gran calidad tanto en la voz como en la armonía. No sabía de música y tenía el problema de que le venía una melodía y de inmediato la quería volcar al programa. Era capaz de llamar a sus arregladores a las tres de la mañana para cantarles la melodía porque no se la quería olvidar. Eso pasó con Por una cabeza, por ejemplo. Después Lepera ponía la música y terminaba la magia. Gardel además supo reunirse de gente muy interesante. La dupla con Lepera fue tremendamente fructífera.
- ¿Cómo imaginás a Gardel si no moría en el accidente de Medellín?
- En los Estados Unidos quedó muy vinculado al mundo latino porque no pudo atravesar esa barrera, que era lo que venía. Aunque es un músico muy reconocido en el ambiente de la música. Rosalía, que triunfa con flamenco trap, acaba de versionar Volver. Así que Gardel siempre está vivo. Vuelve permanentemente. Bueno, en realidad, nunca se fue.
PERFIL
Felipe Pigna (1959, Mercedes, provincia de Buenos Aires) es autor, entre otros libros, de Los mitos de la historia argentina (5 tomos), Lo pasado pensado, Evita, La voz del Gran Jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín y Manuel Belgrano. Hombre del bicentenario. En televisión condujo Historia confidencial, Lo pasado pensado y El espejo retrovisor por Canal 7. Fue conductor junto con Mario Pergolini de Algo habrán hecho por la historia argentina por el que obtuvo los premios Martín Fierro y Clarín 2006 y 2007. Ganó el Martín Fierro 2017 por Noticias de ayer.